Foto de la semana

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José Cendón

NO PUEDO PARAR DE CREAR

El fotógrafo gallego José Cendón escribe "Billete de ida". Es la historia de una persona que no deja de luchar por la suerte de África.

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martes, 5 de febrero de 2008

La ley del más fuerte. Capítulo 2

La ley del más Fuerte. Capitulo 2: En busca de la verdad

Mi objetivo había ganado una batalla, pero no la guerra. Después de seguirle como un Fitipaldi por aquella carretera secundaria durante más de cuarenta kilómetros, en una hábil maniobra me dejó fuera de combate. Resulta irónico que una chatarra como aquel Opel Astra de vete a saber cuando pudiese escapar del potente BMW que me habían proporcionado. La verdad es que conduciendo siempre fue mejor que yo. Una buena salida de una curva y un cargador entero en mis ruedas frenaron mi marcha. Por el ruido de los disparos supe que se trataba de una Parabellum 9 mm. También era mi arma preferida. Segura, fiable, potente y precisa.
Parecía que todos estos años no habían pasado en balde para él. Normalmente, cuando uno deja de ser mercenario, soldado, espía o lo que cojones se supone que fuera John en su estancia en la antigua Yugoslavia, se mantiene una vida ligada a la violencia. Ese era mi caso, pero no el suyo. Él lo dejó todo. Quizá por la mujer que le acompañaba. Yo nunca conocí a nadie igual. Bueno... eso no es del todo cierto. Si que tuve a alguien, pero hace ya muchos años que se fue.
Aún con todo, John no había dejado de tener esa sangre fría que le hizo temible en Metkovic, y eso me pilló por sorpresa. No me esperaba que diera tantos problemas un objetivo. Llevaba varios días controlando sus movimientos, pero una mala maniobra dentro de aquel puto estanco me delató. El objetivo consiguió sacarme la suficiente ventaja para escapar. Además, ha involucrado a la chica. No es que sea un contratiempo, pero no me gusta hacer daño sin razón, a menos que haya dinero de por medio.
Cuando acepté el encargo no quise hacer preguntas. No era mi estilo saber cuales eran los motivos que llevan a una persona a contratar a alguien como yo. El hecho de que hubiésemos compartido jornadas de lucha en la guerra nos unió. Pero aún así no podía llamarle amigo. Hace ya mucho que tuve que renunciar a eso que llaman amigos. Además, al igual que yo, él siempre mantuvo una gran parte de su personalidad escondida.
Con mi coche parado en el arcén de esa carretera de mala muerte no tenía otra opción que pensar mis próximos movimientos. Estaba seguro de que se dirigía al norte, no había salido por aquella vía por casualidad. Alguien como John no hace las cosas por casualidad. Conocía el trazado a la perfección, de eso no cabía duda. Yo creía saber hacia dónde se dirigía. En una ocasión me mostró una fotografía de un pequeño pueblo apartado de la civilización y me dijo que le encantaba ese lugar. Quizá él no se acordaba de esto, pero yo si.
Mi problema entonces era salir de aquel lugar. Tenía dos opciones. Esperar a que pasara alguien y me pudiera recoger o avanzar a pie a través de las escarpadas colinas, lo cual no me atraía excesivamente. Así pues, decidí esperar. Eché mano al paquete de tabaco. Encima de delatarme, la zorra del estanco me había dado una marca de cigarrillos negros. Odiaba ese tabaco, pero necesitaba su humo para tranquilizar mis ideas.
Pasada casi media hora, un coche destartalado apareció tras la curva que marcaba mi horizonte. Ese cacharro expulsaba un humo negro y su tubo de escape estallaba con frecuencia. Me paré en mitad de la calzada. Ese era el mejor modo de hacer parar a alguien. Cuando una persona normal va al volante tiende a respetar la vida de aquel que se la quiere quitar, pero luego conduce a 190 kilómetros por hora provocando accidentes mortales. Qué ironía. Así pues, conseguí que parara. Una vez estuvo cerca de mí, pude comprobar que al volante iba una chica. Apenas llegaba a la edad legal para conducir.
- ¿Le puedo ayudar? –me preguntó la chiquilla con un ligero temblor en la voz
- Si. ¿Me podrías acercar hasta el pueblo más cercano? –le respondí- He tenido un reventón y casi me mato. He llamado a la grúa pero tardará mucho en llegar –dije mientras señalaba la rueda deshinchada-
- .... De acuerdo. Suba –dijo mientras abría la puerta del copiloto.
Aunque esa chiquilla no había tenido reparo alguno en ayudarme, yo sentía que me tenía cierto miedo. Era lógico. Mis duros rasgos, las marcas de lucha en mi cara y mi porte solían tener esta reacción entre la gente que me conocía.
Por mi parte, jamás se me ocurriría hacer daño alguna a una muchacha como aquella a menos que me contratasen para ello. No era mi estilo. Lo mejor era intentar mostrar una cara amable con este tipo de gente.
- Me llamo Frederick, gracias por recogerme. Llevaba media hora allí plantado y has sido la única que ha pasado.
- Si, es normal. Esta carretera no la utiliza casi nadie. Yo me llamo Estefanía. ¿No eres de aquí, verdad?
- No, nací en Alsacia. Mi padre era alemán y mi madre francesa. –era mentira, pero esa coartada siempre me había funcionado.
- Hablas muy bien castellano
- Gracias. Llevo muchos años aquí. Además, mi trabajo necesita que sepa hablar varios idiomas.
- ¿A que te dedicas?
- A grandes negocios. Fusiones de empresas, bolsa, ese tipo de cosas. –el que tuviera un BMW como ese me ayudaba a corroborar esta coartada.
- Yo aún estoy estudiando.- dijo mientras daba un volantazo en el tramo más sencillo de la carretera- Perdón. Me acabo de sacar el carné y todavía no controlo esta mierda de coche.
- No te preocupes, a todos nos ha pasado.- A mí no me pasó nunca, y menos aún a John.
La alegre conversación de la muchacha me abstrajo de mis propios pensamientos. Era la primera vez en mucho tiempo que me ocurría algo así con alguien. Su forma de sonreir, su pelo e incluso su magnetismo me recordaban a aquella mujer a la que una vez estuve ligado. Curiosamente, aunque era una muchacha increíblemente atractiva, no tuve deseo sexual alguno con ella. Todo lo contrario. A medida que pasaba el tiempo la apreciaba casi con ternura. Nunca antes había sentido ternura por alguien. ¿Estaría volviéndome blando?
- Tu dirás...
- ¿Perdona? – mis pensamientos me habían desplazado de la conversación
- Te preguntaba si quieres que te lleve hasta el siguiente pueblo. Es más grande que donde querías que te llevara. Yo voy hacia allí. Podrías comer algo o incluso dormir. Hay un hotel.
- Si, gracias.
Así, esa chica me llevó hasta un pueblo relativamente grande. Un hotel, algunos bancos y cierta vida urbana. La conversación fue entretenida durante el viaje, lo que me llevó a aceptar la invitación a comer con ella. La verdad es que me sorprendió mi actitud. Yo era conocido por mi frialdad, pero supongo que todavía existía un ser humano dentro del caparazón de un asesino a sueldo como yo.
Ya dentro del restaurante, si es que se podía llamar así a una tasca cuya cocina probablemente estuviera habitada por cientos de insectos, nuestra conversación siguió un curso más personal.
- Ya había estado aquí antes. – me dijo- Estoy haciendo un pequeño viaje para aclarar mis ideas antes de seguir estudiando.
- ¿Por qué viajas sola?
- Por que siempre he estado sola. Soy huérfana.
- ¿Tus padres murieron?
- La verdad es que se muy poco de mis padres. De hecho, lo único que sé es que mi madre no era española, y al morir, gracias a un programa de integración me llevaron a un orfanato en Valladolid.
- Lo siento.
- No lo sientas. Yo no lo hago.... Mira, esta foto es suya. Es lo único que tengo... – me dijo mientras me enseñaba la fotografía.
Me quedé congelado ante la imagen... Era ella... Aquella mujer por la que una vez creí que me había enamorado. Mi mente navegó por los avatares del destino. Anastasia tuvo una hija antes de morir. Yo no sabía nada. Desapareció un día sin dejar rastro alguno. Nunca supe más de ella. Ni siquiera que ya estaba muerta. Mil preguntas me acosaban. ¿Por qué me abandonó?, ¿qué paso para que muriera? y la más importante: ¿Sería aquella muchacha el fruto de mi relación con Anastasia?
- ¿Qué te pasa? Parece que hayas visto un fantasma. –me dijo
- ...Perdona....Era muy guapa...
- Si, a mi también me lo parece...
- ¿Y de tu padre no sabes nada?
- No.
Joder. Menuda mierda. En mitad del encargo más importante en años conozco a la que podría ser mi hija. Esto podría cambiar toda mi vida...Puto destino... Tenía que pensar cuales serían mis próximos movimientos. Debía eliminar al objetivo, pero un angustioso sentimiento me impulsaba a buscar respuestas a algo que creía que ya había dejado atrás.
De momento, decidí pernoctar en aquel pueblo. El objetivo no escaparía. Sabía a la perfección dónde se dirigía. Me podía permitir un pequeño descanso... Además, Estefanía me dijo que ella también pasaría la noche allí antes de reanudar su viaje, y mi subconsciente me empujaba a ejercer esa influencia paternal de quien a estado alejado de su descendencia, aunque no fuese tal.Necesitaba pensar. Mañana sería otro día....

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Gran episodio... Espero con ansias el siguiente compañeros

Coming next.... The Gaforigenesis

Anónimo dijo...

Gracias. A ver que tal sale la experiencia. Al menos, nositros pensamos que es transgresora y original...

Anónimo dijo...

Asi empezaron Ortega y Gasset y acabaron pensando que era una misma persona... tengo un personaje secundario para la historia( pero tengo que hacerlo más serio), espero cumplir las espectativas de Burboja para este proyecto sino me dedicaré a la música... bueno... mejor seguiré ahorrando para morir con dinero en la cuenta.

Anónimo dijo...

Tampoco lo hagas muy serio, que la historia parece que va a ser bastante chunga.Un secundario irónico, soez y mordad nunca viene mal....

Edu dijo...

Muchas gracias fabulillas! Ya falta menos para volver a unirme al equipo ;-)
1abrazo

Anónimo dijo...

Quiero más historias que esto no tira. ostia. Un poquillo de profesionalidá

Anónimo dijo...

me cago en la literatura que no llega. Más medios ya!!! Tienes más fabulillas en el cajón que monedas de oro el Tío Gilito.

Anónimo dijo...

hay que prezionar al editor...Zi, mi vida ex tan aburrida que me meto tos los diax en el joio blog y ziempre la mizma hiztoriETA. Con Rajoy to ezto no hubiera pasadu. Zi en dies diaz no me publican laz hiztorietaz, procedré a publicarlas yo en el anarquico-verdulero espacio de deneis.

Anónimo dijo...

Augustus P. Dviodanoff, asesino a sueldo
C/ Rocco Lampone s/n

Misiva al director-editor de fabulillas:

Mal que se escriba sobre mi vida. Mal que me pongan como un asesino sin escrúpulos. Mal que me gane una mierda de Astralopitecus en la carretera...Pero que durante más de un mes no vea progresar mis hazañas es para empezar a partir piernas...

P.D.: Burbuja, cuando salgas de casa, no te olvides de mirar hacia atrás. Un dia de estos...