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José Cendón

NO PUEDO PARAR DE CREAR

El fotógrafo gallego José Cendón escribe "Billete de ida". Es la historia de una persona que no deja de luchar por la suerte de África.

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viernes, 6 de junio de 2008

El Tío Diógenes

Tengo un recuerdo de cuando era niño. Creo que tenía unos cinco años…o quizá fuesen seis… no estoy muy seguro.
Mi madre me solía llevar al parque de debajo de mi casa. En realidad no era un parque, sino más bien una plaza, pero para mí era lo mejor que había. En vez de columpios tenía trozos de hormigón, en vez de balones, basura… Basura. Qué extraña palabra, ¿verdad? ¿Hasta donde llega la concepción de basura? ¿Quién decide lo que es basura y lo que no? La basura no es algo como la mesa, que da igual quien la mire, siempre será una puta mesa. Basura es un término relativo, como abundancia, descaro… o felicidad.
Mientras mi madre se sentaba a cotorrear con las vecinas, yo me distraía solo. No me caía bien ningún otro niño. Fue en aquel entonces cuando descubrí el significado de la palabra gilipollas. El hijo de la Nieves era gilipollas. El de la Mari, también, y su primo, no veas. Incluso Raquel, la niña más guapa que conocí en mi vida era gilipollas. Todos eran gilipollas… menos yo.
A mí no me hacía falta un juguete nuevo, ni una puta videoconsola, ni tan siquiera una peonza. Mi imaginación era más poderosa que cualquier juego material. Tan sólo necesitaba un escenario para representar mis fantasías, y aquella plaza lo tenía todo. Si me encontraba un condón usado, me imaginaba que estaba en una fiesta con payasos y globos por todas partes. Si me encontraba una peseta, me imaginaba que era un gran terrateniente de la América pre-secesionista. Incluso, recuerdo una vez que me encontré una jeringuilla y me imagine que era Josu, el de Eskorbuto.
Así fui pasando mi infancia, encontrando un valor oculto en cada una de las cosas que se cruzaban en mi camino. Poco a poco le fui cogiendo afición a coleccionarlas y la afición se convirtió en forma de vivir… para más tarde convertirse en obsesión.
Los médicos me diagnosticaron una nueva enfermedad: el Síndrome de Diógenes. Después de muchos años, los labios de mi madre diciéndome “deja eso, es basura”, se transformaron en los de mi psiquiatra soltándome la misma mierda por la boca.
Un buen día, creyó haberme curado. ¡Qué carajo!, incluso yo creía que me había curado… Pero no.
Los dos juntos decidimos ir a prender fuego al montón de “desperdicios”, como el llamaba a mi tesoro. Al principio pensé que podría superarlo. Que debía superarlo. Pero nada más lejos de la realidad. En cuanto la cerilla tocó el charco de gasolina que avanzaba ardiente hacia mi tesoro, perdí la razón. La sola idea de perder todo aquello por lo que había estado trabajando durante toda mi vida me encendió una parte del cerebro que nunca debiera conectarse.
En un arrebato de ira, destrocé, a base de sucesivas y violentas embestidas, el cráneo de aquel hombre contra el suelo.
La sangre de mis manos centelleaba al resplandor del fuego penitente que acabó con mi pasado, con mi presente y mi futuro.
Dos años después me condenaron a cadena perpetua en una cárcel de máxima seguridad. Aquí no puedo salir… No puedo recoger cosas… No puedo imaginar.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Con los años tu prosa ha ganado en madurez. Me gusta como manejas los términos Basura y Gilipollas.

FeliZ cumpleaños Fabulillero. Lo de no parar de crear te lo has tomado mu apexo.

Anónimo dijo...

Tb lo podías haber titulado "El tío la embarazó".

Anónimo dijo...

feliz cumpleaños Gitman y buena fabulilla socio!

Anónimo dijo...

gracias compañeros

Anónimo dijo...

Jaimelón

Lo de Koncreto ese del camino religioso está todavía más abajo??
que pereza pero en fin.

Posdata: yo cría que Koncreto cría en Muka y su religión Mukabuakeña y no al Santiago ese.