Ante tanta pregunta de por qué los bigotes, no nos ha quedado mas opción que contar la verdad. Todo empezó hace muchos años. Dios creó el cielo y la tierra, luego creó Montejo y años más tarde yo me empadroné. Gracias a esto conseguí realizar un viaje a Turquía con la Diputación de Burgos, acompañado de mis amigüitos, Borjata Dechorizo y Javón Deyork.
Tras sortear la muerte en el avión, llegamos a tierras otomanas. Nos instalamos en el hotel. Y después de disfrutar del atardecer cogidos de la mano, fuimos a una barbería. Allí nos dejaron la cara como el culito de un bebé. También podamos el bigote.
De vuelta, empezamos a sentir un escozor inaguantable. Nuestra piel de terciopelo no estaba acostumbrada a la navaja. Javón Deyork, tuvo una idea (mal asunto). - Tengo una cremita especial para pieles sensibles e irritadas, pero me queda un culín. No preguntamos, ni queríamos conocer la procedencia de tal producto, y menos el uso que le daba. Subimos a la habitación rápidamente. Y aquí empezaron a torcerse de verdad las cosas. Javón Deyork buscó la cremita, pero se había quitado las gafas para aliviarse con un poco de agua. Y como ve menos que un topo entre las mamellucas de Mónica Bellucci. Confundió la crema con el pegamento para sus gafas de pasta.
Así que nos dimos la supuesta cremita, y como escaseaba, nos la aplicamos donde la irritación era mayor. Entre la nariz y el labio. Lenificado el comezón, recordamos que teníamos programada una actividad. Acudimos raudos y veloces, cual gacelillas, al espectáculo de danza del vientre.
No sé si fueron las dos o trece cervecillas, la erótica del momento, la falta de cariño o simplemente un impulso animal (instinto lo llaman algunos), pero acabamos los tres ante un trío de bailarinas. Movimientos casi imposibles, un vaivén hipnotizador, electrizante oscilación femenina... y así ente bailes Shakireños, deslizamos nuestra cabeza entre los delicados y libidinosos muslos de las artistas, entregándonos suavemente al deleite carnal.
Es en este momento donde el pegamento, igual por el contacto con otros fluidos, hizo efecto. Así que imaginaros la situación (o mejor no). Los tres adosados… no se como definirlo. No encuentro una forma de narrarlo y no caer en la vulgaridad. Digamos que nuestro labio superior se fusionó, a la melena de la sonrisa vertical. Y por azar, retiramos nuestras cabezas prisioneras al mismo tiempo. Zas!!! Las tres cortesanas lanzaron un grito agudo y ensordecedor después de la improvista depilación. Seguidamente abofetearon nuestras caras, ya con bigote.
Y esta es la historia. Perdón por este relato tan soez y ramplón, pero estas cosas ocurren cuando se indaga demasiado. Está feo preguntar tanto…
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