Foto de la semana

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José Cendón

NO PUEDO PARAR DE CREAR

El fotógrafo gallego José Cendón escribe "Billete de ida". Es la historia de una persona que no deja de luchar por la suerte de África.

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martes, 8 de julio de 2008

La vida es sueño....

¿Por qué siempre nos despertamos en los albores del éxtasis de un sueño? A mi me paso el otro día.
Como cada noche, me metí en la cama después de repasar matemáticamente todos los programas indecentes que presentan las cadenas de televisión pasadas las diez. Como cada noche, apagué la luz y a oscuras me apliqué en mis ya tradicionales trabajos onanistas, sin los cuales, conciliar el sueño me resultaba casi impensable. Y, como cada noche puse el despertador y cerré los ojos.
Fue entonces cuando mi cerebro se aplicó en una sucesiva representación onírica de mi subconsciente. Los sueños transcurrían entremezclándose entre sí. De capitán de barco pasaba a ser tenista y ganaba a un Nadal entrado en años la final de Wimbeldon. De perseguido por una informe masa oscura pasaba a ser perseguidor de un famoso delincuente. De funambulista pasaba a estar disfrutando de las olas en la playa donostiarra.
Aunque algunas de estas fantasías sin duda eran maravillosas, el as de la baraja se fue reservando para el final de la vigilia. Yo estaba sentado como cada mañana en la parada que hay frente a mi casa, esperando a que llegara el bus que me llevaría al trabajo. Vaya mierda de sueño, pensarás… Y qué equivocado estás.
Cuando llegó, subí al autobús y sorprendentemente estaba vacío. Tan sólo una figura se alzaba entre los asientos al final del estrecho pasillo. Una vez pagado el billete, y empujado por la curiosidad inherente a todo sueño, me dirigí hasta allí. Cuanto más me acercaba, más detalles conocía de mi único compañero de viaje.
Se trataba de la mujer más atractiva que había visto en la vida. Morena, con los ojos de un color verde que derrocarían imperios, una figura escultural presidida por unos pechos firmes y abundantes y una piel fina y bronceada. A medida que me aproximaba hacia ella, crecía en mí un cosquilleo que pocas veces había sentido. Sus ojos fijos en los míos tenían el poder hipnótico de los grandes ilusionistas. Sus tacones de aguja, la ínfima falda y la escotada blusa que llevaba impedían que mis pensamientos se alejaran del deseo más carnal y lujurioso que un hombre es capaz de conocer.
Cuando ya estaba a su vera, aquella mujer se dirigió a mí con la sonrisa más dulce y pícara que podría haber dibujado Miguel Ángel y me dijo…
- Hola Pablo. Te estaba esperando. Empezaba a creer que no vendrías.
- ¿Cómo sabes mi nombre? No te conozco. Y créeme, porque te recordaría.
- Yo a ti sí. Llevo observándote muchos meses, esperando la ocasión para decirte un par de cosas.
- Pues aquí me tienes.
- ….
- ¿Y bien?
- …Lo he ensayado muchas veces, pero ahora no me salen las palabras. Será mejor que no las utilicemos…
En ese momento, la escultura viviente que tenía frente a mí metió sus manos bajo la falda y se quitó un tanga tan provocador que ni siquiera el gran Ron Jeremy se imaginaría. Me lo entregó y tan sólo dos palabras salieron entre sus carnosos y suculentos labios.
- Hazme tuya…
¡A por ella! Ni un segundo tarde en abalanzarme y comerle la boca desesperadamente. Un par de minutos y frotamientos varios después, noté como sus manos bajaban hasta mi bragueta y la desabrochaban lentamente. Cuando mis pantalones ya estaban a la altura de las rodillas, ella se agachó y….

¡SON LAS SIETE Y CUARTO Y ESTO ES ANDA YA! Tirutiruri LOS CUARENTA PRINCIPALES

¡Mierda, mierda y mierda! El despertador arrancó impasible avisándome de que otro día empezaba para mí. El recuerdo de aquel maravilloso e infructuoso sueño aún estaba marcado a fuego en mi cerebro, y mi coleguita el de abajo me pedía a gritos una sesión extra antes de ir a trabajar.
Una vez terminados mis quehaceres masculinos, tome una ducha y un rápido desayuno, pero la imagen de la mujer no se desvanecía de mi mente.
Así, absorto como estaba en mis propias fantasías, bajé a la parada y esperé paciente el bus rodeado de rostros tan conocidos como anónimos. Como solía ser habitual, el bus llegaba con retraso y hasta arriba de gente. Subí, pagué el billete y me hice un hueco entre la marabunta de trabajadores matutinos.
De repente, una figura familiar se alzó entre las cabezas de la gente. Allí, al fondo del autobús se encontraba una mujer vuelta de espaldas hacia mí y ataviada con las mismas vestimentas que la de mis sueños. No me lo podía creer… Era ella… El sueño había sido real… Ese era el día más maravilloso de mi vida…
Entonces, la mujer se giró y pude contemplar su rostro…. Lejos de ser la chica de mis sueños, ante mí se plantaba una de las hembras más feas que veré en mi vida…

Y es que, como decían mis coleguitas Ortega y Gasset, la vida es sueño y las mujeres de los sueños son mejores que las de verdad.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

después de un parón estival un tanto indecente, volvemos a las andadas amigos fabulilleros...
espero que os gusten mis desvariaciones

Anónimo dijo...

Yo soy más de Calderón el del Barca... y del sueño de Morfeo, porque al menos les entiendo. Al Ortega y al del puente es que ni papa