La personalidad del ser humano tiene tantas variantes como personas haya sobre la faz de la Tierra, pero básicamente se puede clasificar en tres grandes grupos, de los que obviamente surgen multitud de subgrupos que comparten ciertas características pero con matices diferentes.
El primero de ellos, al que yo denomino “El Atontado”, es ese individuo acongojado por su alrededor, que nunca toma una iniciativa propia y que siempre se deja avasallar. El segundo gran grupo corresponde a aquellos que responden a la máxima de la bondad humana. Siempre buscando mejorar la vida de los demás, pero sin dejar de atender sus propios asuntos. De vez en cuando se dan un capricho o toman una decisión que afecta negativamente a otros individuos de su entorno, pero siempre buscando la satisfacción de todos. A los que responden a estas características, yo los llamo “Los Honestos”.
El tercero de los grupos tiene por integrantes a ese tipo de personas que lo único que persiguen mientras un halo de vida corre en su interior es el beneficio propio, ya sea materializado a través del dinero, de las mujeres o de la promoción profesional. A estos se les conoce como “Los Jetas”.
Manolo, protagonista de la fábula sin moraleja que nos ocupa, pertenece a este último grupo.
Desde su más tierna infancia, Manolo supo cómo llevarlo todo hacia sus fueros. En la guardería degustaba todos y cada uno de los postres de sus compañeros… En el colegio era el rey del patio… En el instituto era tan popular que hasta le conocían en Garantía Social…. En cambio, en la universidad era un don nadie, pero no porque no pudiese, sino porque nunca se matriculó… Como dicen los que entienden de la materia, él estudiaba en la UVI… no, no. En la Unidad de Vigilancia Intensiva no. En la Universidad de la Vida.
Y al muy cabrón le iba de fábula…qué digo de fábula, de fabulilla.
Tenía dinero, tenía buenos amigos, tenía malos amigos, tenía un perro que le hacía caso, una novia que no hacía lo propio, varias amantes que sustituían las caricias y besos de su chica y hasta un coche deportivo, cuya gasolina pagaba su padre.
La casa era una herencia de su tío Humberto, y las oficinas de cuyo alquiler vivía se las había regalado su madre antes de escaparse con el jardinero a Jamaica y empezar a disfrutar de la vida.
Manolo no pagaba sus impuestos, aparcaba en zona azul sin desembolsar un céntimo y robaba el periódico a su vecino (el cual pertenecía al grupo de Los Atontados).
Todo eso era y tenía el joven, pero sin embargo, su vida estaba triste y vacía. Ni el sexo desenfrenado con putillas tailandesas ni las constantes borracheras aderezadas con algún matiz en forma de polvo blanco impedían que una angustia existencial se apoderara de sus pensamientos.
Después de muchos años participando en esta locura a la que llaman vida, Manolo se sentó a reflexionar. De toda su experiencia vital no se desprendía ni un solo recuerdo tras el que poder llamarse hombre, lo cual le entristeció sobremanera. Decidió que necesitaba conocerse mejor, que necesitaba estar solo e intentar ver el mundo desde otro prisma.
Un buen día, Manolo conoció a un tipo muy extraño. Era rubio como Paris Milton y su melena ondeaba al viento recordando alguna bandera atada al mástil de algún barco sucumbido ante la tormenta. Ese chico le contó cómo había emprendido un viaje en bicicleta hacia China y cómo se había encontrado a sí mismo en el camino.
En ese mismo momento, Manolo supo que hacer. Preparó el viaje en apenas dos días y partió siguiendo las rutas del oeste, hacia lo desconocido. No llevó teléfono, dinero o mapa alguno, sólo su bici, su ropa y un diario donde plasmar la esencia de su gran éxodo.
Dos años después, Manolo volvió, y lo único que había cambiado era su rostro, que parecía más viejo y reflexivo.
Continuó su vida siendo un Jeta, y es que esta fabulilla, como ya he dicho al comenzar, no tiene moraleja.
NO PUEDO PARAR DE CREAR
El fotógrafo gallego José Cendón escribe "Billete de ida". Es la historia de una persona que no deja de luchar por la suerte de África.
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martes, 8 de julio de 2008
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5 comentarios:
he vuelto....y rescatando otra pequeña desvariación que permanecía anclada en lo más profundo de mi cajón
La moraleja podría ser que los caminos no cambian a las personas...o que las personas que te encuentras en el camino de la vida son las que te hacen cambiar...o si cambias de camino eres un calzonazos...o que los ingenieros de caminos no cambian nunca... sip mucho mejor sin moraleja, es la gracia de esta fabulilla.
por que tienes que mezclarlo todo con los ingenieros de caminos???
Mira tu por donde!!! nuevas fabulillas y yo como tonto trabajando!!!
La verdad que estas fabulillas te están quedando bien gabrielo, pero echo de menos aquellas que hacías de leones y hienas (bueno en realidad no).Sigue así mi pequeño "Padawuan" (es el discípulo de un maestro jedi, de la Guerra de las galaxias), aunque esto se lo decía al Montoyita pero bueno, da igual.
Es una historia de esas de la vida real, que en realida la vida real no tiene moraleja, suele tener más bien los moraljenas; y yo incluiría un nuevo grupo de personas: Los Koncretizados, que no dejan de concretizar con sus concretizadas palabras, como a ti que a veces te salen unos vocablos que pa que, que arte, a veces no se lo que significan pero suenan tan bien!!
Bueno, un beso amigoooooo, y en breves la megafabulilla de la "cuadrilla" con fotos y toda la pesca con mosca y cucharilla.
ABRAZO FUETEEEEEE!!!
1. Gracias
2. Sé lo que es un padawan. Soy tan freak como tú, o incluso más (creo que esto no es bueno, pero...)
3. Si no sabes el significado de algún vocablo, no dudes en consultar el Gabiccionario (a la venta en el Zurich)
4. El Robocop.
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