Después de muchas jornadas sin disfrutar de ello, Jeremy se despertó en un lecho tan cómodo como esperado. El cansancio todavía le pasaba factura y cuando se levantó para vestirse, una armonía de crujidos recorrió cada una de las articulaciones del muchacho. Debían ser alrededor de las 10 de la mañana y tan sólo el canto de algunos pájaros acompañaba el ruido del agua cayendo por la cercana cascada. Desde dentro del habitáculo parecía que no hubiese actividad alguna en el monasterio.
Cuán equivocado estaba, pues cuando salió a la luz del patio, Jeremy se encontró con una treintena de monjes practicando artes marciales, entrenándose concienzuda y sigilosamente. Su visión le recordó a un escuadrón de mimos preparados para batallar hasta el último aliento.
Después de varios minutos observando la coreografía de puños y patadas al aire, el joven descubrió al maestro Chow a su vera.
- Buenos días mi joven amigo. Supongo que querrás llevarte algo al estómago. Acompáñame. –dijo mientras varios de los monjes dirigían su mirada a la escena protagonizada por los interlocutores.
- Gracias. La verdad es que me he despertado con mucha hambre. No tenía ni idea de que se practicasen artes marciales aquí. ¿Qué disciplina es esta? ¿Kung Fu o Wushu?
- Ninguna de las dos –respondió el maestro con una amplia sonrisa-. Ni siquiera tiene nombre. Tan sólo los habitantes de este monasterio tienen conocimiento de ella… y ahora tú también.
- ¿Y en que se basa?
- ¿Por qué preguntas tanto?
- Perdón –respondió Jeremy con un atisbo de vergüenza-. Siempre me han encantado las artes marciales. De hecho, soy todo un experto en mi tierra.
- Jajaja. Perdón que me ría. El concepto de experto me parece muy gracioso. Pero dejemos de hablar del tema, acompáñame a la mesa, pro favor.
Un plato de fideos aderezado con varios tipos de pescado esperaban a la pareja junto a otros tres comensales. Eran los consejeros del maestro Chow. Una simple mirada acompañada del pertinente saludo ya permitió a Jeremy descubrir que su presencia no era bien recibida por parte de Hi Jong.
Durante el almuerzo sólo hubo una conversación entre el maestro y el joven forastero, cuyo tema derivó en sucesivas ocasiones hacia la práctica de las artes marciales.
- Me gustaría poder practicar con algún alumno, si fuera posible.
- ¿Pero acaso no es hoy el día en el que partirás en busca de tus compañeros, mi joven amigo?
- …Bueno….se ha portado tan bien conmigo que me da algo de apuro pedírselo, pero me gustaría permanecer aquí algunos días. –dijo el joven mostrando un total respeto hacia el maestro Chow-. Podría trabajar para pagar mi estancia.
- …De acuerdo. –respondió el anciano con una sonrisa-. Pero te advierto que será duro. Nuestra disciplina requiere una alta dosis de concentración y puedes acabar magullado.
- Eso es algo que creo que podré soportar.
Sin otro tema sobre la mesa, el almuerzo continuó hasta que los comensales dieron buena cuenta del pescado y los correspondientes fideos.
Una vez finalizada, el maestro Chow acompañó a Jeremy al patio y requirió la presencia de uno de los alumnos más jóvenes. Aparentemente, éste no contaba más de 15 o 16 primaveras y su cuerpo aún no se había desarrollado por completo. El anciano le dijo un par de frases en el incomprensible idioma que se practicaba dentro de los muros del monasterio e invitó a Jeremy a bajar hasta una especie de tatami hecho de piedra.
El joven había practicado kárate y boxeo desde su más tierna infancia, y sus músculos estaban cincelados como si de un espartano se tratase. Aún con todo, apenas diez segundos de combate marcaron la diferencia entre los adversarios.
El alumno de Chow le propinó una sucesión de golpes que días después no acertaba a saber por donde vinieron.
- Me parece que todavía no eres rival para mis alumnos, mi joven amigo. Ven, descansa.
- La verdad es que no he podido ni acercarme a él. Domina a la perfección todos los movimientos del cuerpo.
- De eso se trata.
Después de esta primera prueba vinieron otras con similares resultados, pero lejos de darse por vencido, Jeremy se aplicaba más en cada combate ante la atenta mirada del anciano.
Pasadas tres duras jornadas de golpes y trabajo en el molino del monasterio, el maestro Chow se acercó al joven.
- Pareces cansado, mi joven amigo.
- Un poco, pero he estado en situaciones perores.
- ¿Te está gustando la experiencia?
- Por supuesto. Muchas gracias por dejarme pasar unos días aquí maestro. Quizá pasado mañana emprenda ya mi marcha. Probablemente se me dé por muerto.
- Si, podrías irte, o…
- …¿O?
- O podrías quedarte aquí con nosotros. No te voy a engañar, Jeremy, tienes mucho talento. Quizá el mayor de los que he visto en mi larga vida. Me gustaría que te quedaras con nosotros. Aquí podrías descubrir secretos que han permanecido ocultos durante siglos.
- … ¿Me entrenaría?
- Personalmente.
- Entonces creo que la respuesta es sí.
- Me alegro.
- ¿Qué tengo que hacer?
- Tan sólo un juramento… y después entrenar y trabajar como hacen todos los que viven aquí.
- De acuerdo.
A la mañana siguiente, Jeremy juró ante todo el monasterio su lealtad a la Orden de Jama, y a partir de ese día fue conocido por todos como Tao Pe, que según le indicó el maestro Chow, significaba El Forastero…
Continuará
NO PUEDO PARAR DE CREAR
El fotógrafo gallego José Cendón escribe "Billete de ida". Es la historia de una persona que no deja de luchar por la suerte de África.
Envía una foto de actualidad y sera publicada.
Envía una foto de actualidad y sera publicada.
martes, 15 de julio de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
Aqui dejo el segundo capitulo de EL Cristal de Jama. ALgunos pensareis que me he vuelto loco, pero ya estaba bastante jodido de la cabeza antes, así que....
Ardo en deseos de saber más sobre la historia de Ta To Petao
Están las 2 historietas muy wapas!
Publicar un comentario