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José Cendón

NO PUEDO PARAR DE CREAR

El fotógrafo gallego José Cendón escribe "Billete de ida". Es la historia de una persona que no deja de luchar por la suerte de África.

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miércoles, 29 de octubre de 2008

El Cristal de Jama .Cap. 5 Cynthia

- ¿Dónde se supone que vas a estas horas?
- Ya te lo he dicho esta mañana. He quedado con Aitor.
- Y yo te he dicho que no podías ir. No me gusta ese chico. No me gusta nada.
- No es a ti a quien le tiene que gustar… es a mí. ¿Entiendes?
- Soy tu padre y te digo que te vas a quedar en casa
- Vamos hombre…tengo 17 años. ¡Ya no soy una cría! Puedo hacer lo que quiera.
- Todavía vives en mi casa. Y aquí mando yo. Vuelve a tu habitación y prepárate para cenar.
- ¡No!
Acto seguido, la joven Cynthia daba un portazo tras de sí. Después de tantos años, Jeremy, sin saber muy bien cómo, había perdido el control sobre su hija.
Llevaba ya 21 años viviendo en un caserío del País Vasco, apartado del resto del mundo y sobreviviendo a las tortuosidades de una vida sin Elisa.
Elisa…
Apenas lograba ya recordar aquel rostro frágil, aquel rostro que le enamoró hacía tantos años, aquel rostro que tantas veces antes había visto reflejado en su propia hija. Elisa ya era parte de la historia de Jeremy. Una de las mejores partes, a su entender. Recién llegado a aquella tierra desconocida para él, la conoció en un café. Al momento quedó prendado de ella, y aunque le costó varias semanas, la consiguió. Dos años después, una jovencísima Cynthia retozaba entre las sábanas de sus padres. Tres años después, la misma muchacha, algo más crecidita, asistía al funeral de su progenitora.
Desde entonces, Jeremy, que en aquel lugar era conocido como John, estaba solo con su hija, y criar a una adolescente es de todo menos fácil. Además, al recordar las viejas historias, un peso caía sobre sus hombros, y tan sólo la meditación y sus ejercicios conseguían mantener a flote su personalidad.
Además estaba el Cristal. Todos los días, cuando nadie le observaba, bajaba al sótano del caserío, donde, escondido entre los aperos de labranza centenarios, se encontraba un baúl cerrado a cal y canto. Tan sólo una llave abría la cerradura y ésta colgaba del cuello de Jeremy desde hace tanto tiempo que era una parte más de su cuerpo.
Nunca le había contado a nadie su secreto, ni siquiera a su mujer o a su hija. No podía poner al Cristal en peligro.
A pesar de ello, el tiempo pasaba inexpugnable y la profecía del difunto Chow no se cumplía. Nadie reclamaba la propiedad de la gema. Nadie parecía ser el elegido.
Ante tal perspectiva, Jeremy llevaba un tiempo planteándose qué pasaría cuando el no pudiera custodiarla. El Cristal desaparecería en el olvido para siempre. Alguien debería seguir guardándolo a la espera de la llegada de su legítimo dueño, pero ¿quién?
En su círculo íntimo sólo estaba Cynthia, y la responsabilidad no era su fuerte.
Así, sumido en tales pensamientos, Jeremy se acostó una noche más en su fría y solitaria cama…

A las cinco y cuarto, un ruido abajo, en la cocina, despertó al custodio de la joya del sueño ligero que le acompañaba desde hacía más de un lustro, y como ocurría siempre en estos casos, la tensión se apoderó de su cuerpo. Sin que sus pasos sonaran más que el aleteo de una mariposa, Jeremy bajó las escaleras, prestando atención a las sombras y a los ruidos que llegaban de abajo. La luz de la cocina estaba encendida. Con un rápido movimiento, se apostó en el umbral y allí, sentada comiendo un poco de jamón, se encontró a su hija.
- ¡Joder papá, qué susto me has dado! –gritó la muchacha.
- ¿Susto? El que me has dado tú a mí. ¿Te parece normal llegar a estas horas?
- ¿Es que vamos a discutir otra vez?
- … Lo siento hija. A veces me olvido de que has crecido… ¿Lo… ¿Lo has pasado bien? –preguntó Jeremy en un intento por parecerse a los padres de las películas que pilló por sorpresa a Cynthia.
- Pues vaya… Podía haber sido mejor… Tenías razón con Aitor, es un capullo –respondió la hija con una mueca.
- No te preocupes, algún día llegará alguien mejor. ¿Qué comes? ¿Quieres que te haga una tortilla?
- Papá, por favor…
- Está bien, está bien, lo siento. Yo me voy a hacer una, tengo hambre. ¿Te importa que te acompañe?
- ...
No es que fuera un cocinero impresionante, pero ver cada día todos y cada uno de los programas de cocina le habían dado una base culinaria que para sí la querrían muchas abuelas. Se acercó al frigorífico y lo abrió. Entonces reparó en la ventana.
- Vaya, está lloviendo.
- Sí, ha empezado hace un rato. Pero no es nada.
Un relámpago iluminó entonces el cielo y lo que vió Jeremy le dejó helado. Allí, apostado a un centenar de metros de la casa había un hombre. Un monje. La túnica de color negro con ribetes rojos era demasiado conocida para él como para no saber que estaba ocurriendo.
- Me han encontrado…
- ¿Qué?
- Sube arriba y coge únicamente lo necesario. Nos vamos.
- ¿Nos vamos? ¿Adónde?
- ¡¡No preguntes y hazlo!!
El momento que tanto había temido Jeremy desde que conoció a la madre de Cynthia había llegado.

Continuará…

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Después de una etapa en la que mi creatividad a rondado por otros lares, vuelvo a tomar el testigo y os prometo que el Cristal de Jama acabará pronto. Espero que os guste
Un saludo fabulilleros

KOKE dijo...

Dios mio... un monje bajo la lluvia, ardo en deseos de saber el desenlace. Yo perdí la creatividad en vietnam.