Érase una vez un elefante enamorado de una cerda. Años atrás vivieron grandes momentos, primero de amistad y más tarde de amor. Compartían bellotas y cacahuetes, se rebozaban en el mismo barro, abrazados observaban los atardeceres a la sombra de las encinas y paseaban por el monfragüe dándose la trompa y el rabito.
Todo iba de maravilla, pero la cerda quería ir despacio. Años atrás estuvo saliendo con el Lobo Feroz, el de soplaré, soplaré y tu casa derrumbaré. Que resultó ser un maltratador que propinaba mordiscos sin mediar palabra. Por lo que la cerda tuvo un divorcio difícil, a pesar de quedarse con la casita de madera en primera línea de playa. Como anécdota decir que el lobo se quedó con la casita de “paja”.
Un día de abril la cerda y el elefante decidieron vivir juntos. Se instalaron en la piara que tenían los padres de ella en las afueras de la ciudad. En la misma noche de la mudanza, sobre un lecho de paja de 1.90 x 1.20, se desató la pasión contenida. La cerda empezó a hacer marranadas y el elefante se dejó llevar por el instinto. Y he de decir que este hecho quebró la bonita historia de amor.
La muy cerda, perdón… la cerda dejó al elefante por su incompatibilidad sexual, a pesar de las numerosas plegarías del paquidermo por continuar juntos. Ella reanudó su relación con el lobo feroz, que se había convertido al Islam. El nunca más volvió a amar. Dedicó su vida como doble para documentales de La National Geographic.
FIN.
- ¡Eh! Jorge, ¿no debería tener la historia una moraleja?
- Ah pues si, gracias querido lector por recordármelo. No se que decir, por ejemplo podría ser: Ten cuidado con las cerdas.
- Pero Jorge, ese es un comentario bastante machista y poco apropiado.
- Repámpanos, nos ha salido el lector tiquismiquis (como me tocan los cojones estos putos moralistas). Es que así en frío…bueno pues recordar una canción televisiva que un amigo siempre me canta. Moraleja: ADN-de-cerdo- y-elefante-no-combines.
Todo iba de maravilla, pero la cerda quería ir despacio. Años atrás estuvo saliendo con el Lobo Feroz, el de soplaré, soplaré y tu casa derrumbaré. Que resultó ser un maltratador que propinaba mordiscos sin mediar palabra. Por lo que la cerda tuvo un divorcio difícil, a pesar de quedarse con la casita de madera en primera línea de playa. Como anécdota decir que el lobo se quedó con la casita de “paja”.
Un día de abril la cerda y el elefante decidieron vivir juntos. Se instalaron en la piara que tenían los padres de ella en las afueras de la ciudad. En la misma noche de la mudanza, sobre un lecho de paja de 1.90 x 1.20, se desató la pasión contenida. La cerda empezó a hacer marranadas y el elefante se dejó llevar por el instinto. Y he de decir que este hecho quebró la bonita historia de amor.
La muy cerda, perdón… la cerda dejó al elefante por su incompatibilidad sexual, a pesar de las numerosas plegarías del paquidermo por continuar juntos. Ella reanudó su relación con el lobo feroz, que se había convertido al Islam. El nunca más volvió a amar. Dedicó su vida como doble para documentales de La National Geographic.
FIN.
- ¡Eh! Jorge, ¿no debería tener la historia una moraleja?
- Ah pues si, gracias querido lector por recordármelo. No se que decir, por ejemplo podría ser: Ten cuidado con las cerdas.
- Pero Jorge, ese es un comentario bastante machista y poco apropiado.
- Repámpanos, nos ha salido el lector tiquismiquis (como me tocan los cojones estos putos moralistas). Es que así en frío…bueno pues recordar una canción televisiva que un amigo siempre me canta. Moraleja: ADN-de-cerdo- y-elefante-no-combines.
2 comentarios:
Aquí una fábula para hacer honor al nombre del blog... a mi parecer prefiero cerdifantas a lobacerdas.
Cuanto daño ha hecho south park a la gente...
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