La sombra del Lama
Desde pequeño ya sentía que ese no era mi sitio. Nací y crecí en el seno de una familia tradicional, anclada en los fundamentos más arraigados de la cultura cristiana. Mis padres no se querían, pero la idea de divorciarse era pecaminosa. Además, yo siempre fui fuente de conflictos, tanto en mi casa como en el internado al que me enviaron para que llegase a ser alguien. Después de varios años e innumerables intentos, conseguí que me expulsaran. Tenía 16 años.
El internado estaba situado a orillas de un frondoso bosque, en cuyo margen discurría un riachuelo cuyas aguas bajaban rápidas de las montañas. Cuando supe que me habían expulsado no espere a que mis padres vinieran a recogerme. Salí por mis propios medios. Una mochila, algo de ropa y un poco dinero que logré agenciarme del cepillo parroquial durante largas jornadas de oración. Una vez fuera decidí seguir el curso del riachuelo hasta llegar a algún sitio. Es curioso, tantos años y no sabía lo apartado que estaba el internado de cualquier lugar civilizado. La primera noche la pasé a la intemperie, pero a la mañana siguiente estaba con renovadas energías, a sabiendas de que me esperaba un futuro que si bien sería difícil de solventar, me haría más fuerte e independiente.
Así, pasado el mediodía llegué a un pequeño pueblo, cuyo nombre no me apetece recordar. Era un lugar precioso, lleno de color y de gente abierta y amable. En el mismo instante en que crucé la señal de entrada al pueblo me pareció que era muy familiar. Fue muy curioso, ya que jamás había estado allí, pero aún así recordaba edificios y paisaje. Extrañado como estaba entré en una pequeña taberna, la única que había allí, con la intención de llevarme algo al gaznate. Mientras pedía un buen plato de lo que fuera, noté como el camarero me miraba de arriba abajo.
- ¿Qué pasa?, ¿por qué me miras así? –le pregunté
- No, nada que me recuerdas a alguien –respondió el hombre mientras anotaba el pedido
- Es curioso, yo también creo recordar este lugar, pero jamás había estado aquí. ¿A quién te recuerdo?
- A mi sobrino. Murió hace dieciséis años.
- ¿Qué le ocurrió?
- Enfermó. Los médicos no pudieron hacer nada. Ni siquiera supieron a ciencia cierta qué le pasó....Es increíble....Hasta tu voz suena igual.
Eso me dio mucho que pensar. Durante toda la comida estuve como ausente. Quizá fuera la difícil situación en la que me encontraba, o quizá fuese algo más. Lo cierto es que tras abandonar la taberna mis piernas comenzaron a andar siguiendo un camino que no acertaba a descubrir dónde me llevaba. Salí del pueblo. Unos quinientos metros más allá me paré. Me encontraba en la puerta de un cementerio. Entré sin pensar. Como si supiese dónde me dirigía, llegué hasta una lápida. En ella había incrustada una foto. Era de un chico casi idéntico a mí. Tendría mi misma edad, el pelo un poco más corto y el mismo azul intenso en sus ojos. Allí me quedé largo tiempo, observándole. Se llamaba Jacinto Fuenterrubio. Por alguna extraña razón ese nombre me era muy familiar. Pasado un rato un anciano muy extraño se acercó a mí.
- Eres tú... Por fin has vuelto –me dijo aquel hombre
- Creo que se equivoca señor. No le conozco de nada.
Eso no era del todo cierto. También el hombre me resultaba familiar.
- Si, tienes que ser tú, aunque aún no lo sepas.
- ¿De qué me está hablando?
- Ven conmigo, te lo explicaré.
Acompañé al anciano a su casa. En realidad no era tal, sino más bien un cobertizo semihabitable que compartía con unos cuantos animales. El lugar estaba decorado de manera muy rara, casi como si de un hechicero se tratase.
Tras invitarme a sentarme en una mugrienta mesa me explicó que pertenecía a una antigua religión que creía en la reencarnación de los hombres. También me relató los extraños acontecimientos que derivaron en la muerte de Jacinto, y cómo él había conjurado su reencarnación por tratarse de un chico ejemplar.
- No creí que llegaría a conocerte. En fin, estaba seguro de que te habías reencarnado, pero no sabía cómo, ni cuando ni dónde ni con qué familia. Y ahora, después de tantos años, vuelves a tu hogar.
- No puedo creer todo lo que me has contado. Es cierto, este lugar, sus casas, el cementerio, incluso usted me resultan familiares, pero no me lo creo.
- No hay otra explicación posible...
Terminada la conversación y sumido como estaba en un profundo pensamiento salí del pueblo a la mañana siguiente. Mi destino era la gran ciudad. Tan sólo unas jornadas después llegué hasta allí, pero ya era demasiado tarde. La idea de la reencarnación me había transportado hasta otra realidad.
Y ahora estoy aquí, encerrado de nuevo. En vez de curas, son médicos los que me dicen todo el día lo que tengo que hacer. Me paso las horas entre cuatro tristes paredes sin más visita que la de mis propios pensamientos. No lo comprenden. No estoy loco.
Pero esta situación se va a acabar. Ayer conseguí una cuchilla de manos de otro interno. Se hace llamar Lupo Ahostiasporelmundo, aunque sé que su nombre real es Rodrigo. En cuanto le conté mi plan me bautizó como Suicidaman. La verdad es que suena bien. Y aquí estoy, preparado para cortarme las venas. Un pequeño tajo y seguiré mi camino. Ahora sé que me reencarnaré, pero no se en quién. Sólo espero que sea en un lugar donde pueda ser feliz, sin curas, sin familia, sin angustia. Quizá algún país tropical sería un buen lugar.
Un pequeño tajo y.....
Un relato de GIT.
NO PUEDO PARAR DE CREAR
El fotógrafo gallego José Cendón escribe "Billete de ida". Es la historia de una persona que no deja de luchar por la suerte de África.
Envía una foto de actualidad y sera publicada.
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4 comentarios:
La Puta SGAE y la multinacional MukaLand, han comenzado una demanda judicial contra el periodista GIT por usurpación de personajes ficticios.
Piratea( no Jaime no hagas el pirata), NO existe la propiedad intelectual.
Mierda de Blog como me jode escribir dos veces un comentario.
Mu buena columnista, me invitaste a sopita de mi propio chocolate sin yo saberlo y me la he comido todita.
a ver si alguien más se anima, que no hace falta tener estudios, igual sois la reencarnación de Sexpir...
Proximamente en tu blog favorito. La sombra de Jack.
que Jack? el destripador, Nicholson o el de Perdidos?
Jack Espárrago de "Piratas" del Caribe.
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