Si mezclas un coeficiente intelectual de 180, una historia familiar plagada de malos tratos y abusos, un instinto de supervivencia supra-desarrollado y la mala hostia inherente a cualquier sistema capitalista…te sale un tipo como Bernard. Lo bueno de este cóctel es que no necesita hielo, sólo una buena comida de vez en cuando y un poco de ropa…
Ese cabrón había robado carteras desde los nueve años. Entró en el primer reformatorio a los once… se escapó del primer reformatorio a los once…entró en el segundo reformatorio a los doce…se escapó del segundo reformatorio el día que cumplía trece…y así sucesivamente.
Con veintitrés años era una de las personas más buscadas del país. La policía le imputaba cuatro atracos a diferentes bancos, pero todo el mundo sabía que habían sido más. En total, se calculaba que Bernard se había llevado del interior de las cajas fuertes unos treinta millones de dólares, dinero suficiente como para vivir él, sus hijos, sus nietos y posiblemente sus bisnietos, pero lejos de conformarse, seguía robando.
La policía había contratado al que decían que era el mejor detective del mundo, un auténtico sabueso cuya vida se regía por la máxima “Si tienes dos piernas te encontraré”.
Después de varios meses siguiendo cada uno de los movimientos de Bernard, el detective consiguió acorralar a Bernard, pero este se dio otra vez a la fuga.
El segundo intento fue más fructífero y, después de recibir una buena manada de hostias, el detective logró esposar al todavía joven muchacho.
El día del juicio, la mano del juez no tembló a la hora de dictar la sentencia. Le cayó cadena perpetua. Encerrado de por vida en un cuchitril de seis metros cuadrados aguantando todo tipo de vejaciones y malos tratos de carceleros y encarcelados.
Cincuenta y cuatro años después, Bernard, en su lecho de muerte, esperando cerrar los ojos y liberarse de las ataduras de este mundo confesó lo que había estado oculto durante todos estos años. Bernar dijo dónde estaba el dinero que jamás se había encontrado.
Su confesión se quedó en los oídos del funcionario presente y este no dijo nada a nadie. Aunque era un buen tipo, treinta millones de dólares era mucho dinero como para dejar que cayera en manos de Papá Estado.
Quilama de San José… Un pequeño pueblo de Honduras que año tras año soportaba catástrofes bíblicas…. En las afueras había una finca llamada El Refugio…. Allí estaba el dinero.
Con la excusa de unas vacaciones, el funcionario llegó a la finca. Era el edificio más grandioso de toda la comarca. Probablemente de todo el país…y era un orfanato.
En su entrada había una placa que rezaba: “El Refugio que nunca tuvo Bernard”…
Aquel mal llamado delincuente había estado robando durante años a la gente más poderosa del país para construir un orfanato…
Y esta es la historia de cómo yo, Robert Jonson, acabé mis días trabajando en El Refugio después de ser el carcelero de Bernard Hume…
NO PUEDO PARAR DE CREAR
El fotógrafo gallego José Cendón escribe "Billete de ida". Es la historia de una persona que no deja de luchar por la suerte de África.
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martes, 29 de abril de 2008
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2 comentarios:
Bueno chavales, allá va otra fabulilla.
Aunque no es gran cosa, por lo menos espero despertar vuestra imaginación...
Batid las alas de vuestras mentes compañeros!
me ha gustado , no sé que defines por poca cosa compañero....
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