El origen
Abrí los ojos repentinamente y una gran bocanada de aire colapsó mis pulmones. Estaba en mitad de no se donde, rodeado de árboles y hojas secas, desnudo y desorientado. El sol de la mañana me hacía daño en las córneas, como si nunca antes hubiera utilizado los ojos. No sabía dónde yacía, porqué estaba desnudo o cual era mi nombre.
Aún aletargado me levanté, no sin gran esfuerzo. Mi equilibrio no era todo lo que se podría esperar de un cuerpo fuerte y al parecer en forma, pero poco a poco mi organismo comenzaba a responder ante los impulsos cerebrales. Un dolor agudo me hizo ver una herida que tenía en el abdomen. No recordaba nada de lo que me podía haber pasado
Mire a mi alrededor. Nada de eso me sonaba. No sabía de dónde venía o a dónde se suponía que debía ir. El paisaje era idílico, de los árboles caían un sin fin de frutos maduros y las flores otoñales se abrían paso con fuerza.
Me puse a caminar, sin saber la dirección o el objetivo buscaba, intentando reconocer algo de lo que me rodeaba. No fue así.
Sin saber muy bien como me vi en mitad de un gran claro en el bosque, a orillas de un bonito y pequeño arroyo. Algo me impulsó a agacharme y llenarme la boca con el agua cristalina que discurría por él. Luego descubrí que ese impulso se llama sed.
Tras eso decidí sentarme a pensar en una roca al lado del arroyo. Excepto algún animal que parecía no tener miedo alguno a acercarse a mí, no vi a nadie en los alrededores.
Así fue hasta que pasado un tiempo vi dos figuras acercarse desde el borde del bosque. Dos figuras que no acertaba a saber lo que eran. No eran como yo, si bien se parecían en algunos aspectos. Uno resplandecía y su tamaño era superior al mío, además llevaba una especie de túnica blanca con ribetes dorados. La otra figura era de menor envergadura, con la cabellera larga y tupida. Al acercarse más, pude ver que tampoco tenía tanto pelo como yo, ni de su entrepierna se escapaba una prolongación corporal, cosa que sí pasaba en su pecho.
Cuando estuvieron junto a mí, la figura resplandeciente me habló, aunque la conversación fue muy escueta.
- Adán, te presento a Eva. Ha sido creada a partir de una de tus costillas- dijo mientras señalaba mi cicatriz
En ese momento me vinieron a visitar dos sentimientos que luego descubrí que marcarían la historia de la humanidad. Por un lado sentí rencor hacia las figuras por haberme utilizado para sus fines, pero por el otro descubrí que la prolongación inferior de mi cuerpo se hinchaba de manera desmesurada...
Un relato de GIT.
NO PUEDO PARAR DE CREAR
El fotógrafo gallego José Cendón escribe "Billete de ida". Es la historia de una persona que no deja de luchar por la suerte de África.
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1 comentario:
Sencillamente genial, profundo relato muy fiel al estilo de GIT.
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