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José Cendón

NO PUEDO PARAR DE CREAR

El fotógrafo gallego José Cendón escribe "Billete de ida". Es la historia de una persona que no deja de luchar por la suerte de África.

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martes, 1 de abril de 2008

Un nuevo rico

Un nuevo rico

Yo soy de esa especie de personas que algún estudioso de la pseudorealidad social bautizó como nuevos ricos. Mi historia es simple. Nací en un pequeño pueblo de la meseta, en donde la agricultura y la ganadería seguían siendo las principales fuentes de empleo que había. Mi familia tenía arrendados unos terrenos a un terrateniente, al cual ni siquiera llegué a conocer nunca.
Por un pequeño detalle en el contrato, que tenía más de 100 años, al morir el terrateniente sin descendencia, su herencia se repartió entre varias personas. De esta forma, las tierras que antaño trabajaron mis padres para engordar la renta de aquel hijo de la gran desamortización eclesiástica pasaron a ser de mi propiedad.
Todo un golpe de suerte, dirás. Para mayor regocijo, la diosa Fortuna quiso que en esas tierras se encontrara una pequeña veta de petróleo. Pequeña, pero lo suficientemente grande para que yo literalmente me forrara vendiéndosela a una multinacional cuyo nombre no quiero pronunciar: Repsol YPF…. Vaya, ya la he cagado.
En fin… el caso es que a la tierna edad de 25 años soy una de las personas más ricas que he conocido. El otro día decidí celebrarlo. Me fui a comer al restaurante más elegante de la ciudad. En la entrada había un hombre que no me dejó pasar. Según él, la calaña como yo no podía entrar en un sitio como aquel.
Mi enfado fue monumental. Monté un auténtico circo allí plantado. Acabaron echándome a patadas del lugar… ¿o acaso me fui yo antes de que me sacudieran una buena hondonada de hostias?
Después de mucho pensar, ayer me compré un traje de una marca impronunciable. Caro. Muy caro. Me pasé por una barbería. Me cortaron el pelo, me afeitaron, me tiñeron el pelo, me peinaron, me hicieron una limpieza facial y la manicura. Jamás pensé que me gustara tanto la sensación de aquella pequeña lima surcando mis desgastadas uñas. Al salir de allí parecía otra persona. Creo que la palabra exacta es metrosexual.
Acto seguido me dirigí al mismo restaurante de donde me habían echado el día anterior. Allí estaba plantado el mismo hombre rancio, casposo y algo gilipollas que me había impedido pasar. Al verme no sé si me reconoció. El caso es que me dejó pasar delante de una pareja de jóvenes que estaban esperando.
Una vez ya sentado aluciné con las atenciones que te presta el servicio en esos sitios. Tantos tenedores, tantas copas.... Un camarero se acercó a mí y me dio dos cartas diferentes. Una de comida y otra de vino. Abrí primero la segunda. Encontré la botella más cara que había. Un Marqués de Pombal. Un jugo que se pagaba a mil euros el litro.
Cuando esa especie de pingüino esclavizado me la trajo, me la abrió y se dispuso a llenarme un vaso. Se lo impedí. Le dije que dejara la botella en la mesa y que le llamaría si necesitaba algo. Cuando se retiró, cerré la carta de comida. Me llevé la mano al bolsillo y saqué un fabuloso bocata de chorizo que había permanecido oculto hasta entonces. Así comencé mi almuerzo, dando largos tragos a morro de aquel vino tan caro y zampándome sin dilación el bocadillo.
Empecé a notar que la gente me miraba raro, pero como me acababa de gastar mil euros en aquel puto restaurante, nadie me criticó. Ni una palabra de desprecio. Menuda panda de gilipollas. Ahora yo también llevaba traje... Aunque fuera de nuevo rico.


Un relato del autentico reportero mas GIT.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo he votado lo de la canción. Espero mi regalo

sino...

Augustus P. Dviodanoff

Anónimo dijo...

y yo....

ojito que me he quedado con tu cara..

Anónimo dijo...

ahora además de cinco palurdillos escribiendo tonterias vamo a ser un frikis trivialeros

Yo solo se que la cancion noes de eskorbuto

Anónimo dijo...

Mangiiiaaaaaaa